domingo, 19 de septiembre de 2010

Llamadas que no suenan. Cuando aun no estaba él.

Volvió a entrar a casa, era oficialmente, para él, la primera mañana de invierno, cogió el abrigo y con el sentimientos de tristeza y apago, aquello significaba la marcha del verano, los días de largo sol habían acabado, los rayos del astro rey ya no tostarían su piel y ahora era el aire y el frio unido en uno quien, en vez de broncearla, escarcharían su piel. Aunque también le gustaban los domingos de gris cielo, escuchar la fría lluvia pegar fuerte contra los cristales mientras se acurrucaba entre gruesas mantas, entre las cuales solo estaba él, no le gustaba la soledad, aun que después de sus des memorables intentos para vencerla, había hech caso al refrán y se había unido a su enemigo durante el tiempo en que su antónimo regresaba.
Después de abrocharse el abrigo cruzado, miró la hora, llegaba justo para coger el tren, subió al primer vagón, aquella mañana no había apenas gente así que se sentó en un asiento al lado de la ventana y escuchando la fuerte música de los auriculares para no oír el ruido del tren qeu dejaba escapar el silencio de las mañanas, fantaseaba en su mente mientras observaba el paisaje que una y otra vez veía todas las mañanas.

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