Rato después y con el cóctel de rabia, tristeza y enfado mas mezclado, al fin, el teléfono sonó.
- Hola? - Se escuchó desde el otro lado. Un silencio invadió la conversación. Cogió aire, cerró los ojos y soltó todo lo que llevaba acumulando desde que el contador empezó a contar su espera y a mezclar esos sentimientos dentro de la coctelera del corazón.
- Vete a la mierda! - Dijo el lleno de aire.- Ahora escuchare tu barata escusa, y acto seguido colgare el teléfono, así que no hace falta que malgastes tu tiempo, que parece que no tienes para mi, elaborando una.
El silencio volvió a aparecer, pero aquella vez, como un dictador, había llegado para quedarse. Y derramando la primera gota, de lo que había resultado el cóctel, lagrimas, cerró los ojos y sin despegarse del teléfono de la oreja, para no dejar de oírle respirar, pulsó el botón que lo alejaría de él para siempre.
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